viernes, 2 de noviembre de 2007

La celulitis

La grasa normal se reparte homogéneamente en dos capas finas, una superficial y otra profunda, separadas por la aponeurosis superficial y situada entre unos tabiques o trabéculas poco elásticas que van desde el músculo hasta la piel y por donde transcurren vasos y nervios.

En la obesidad el exceso de grasa se reparte por todo el cuerpo y normalmente obedece a un exceso de comida y poca actividad física, o bien, a alteraciones hormonales (disfunción neurohormonal).

Cuando esta obesidad se localiza en una zona se denomina Lipodistrofia. La predilección de la grasa por una u otra zona del cuerpo tiene un marcado carácter familiar (congénito), depende especialmente del sexo, de los cambios hormonales, del tipo de alimentación y del ejercicio físico. El ejemplo más típico son las pistoleras en mujeres delgadas, que normalmente aparecen en la pubertad, y son independientes del grado de obesidad.

La denominada celulitis se corresponde con un aumento de la presión de la grasa dentro de las celdillas formadas por las trabéculas. Al ser estas poco elásticas actúan como columnas mientras que la piel forma protuberancias a modo de cúpulas.

Es necesario diferenciar estas irregularidades en la superficie cutánea de las provocadas por la flacidez. En este caso, sin haber aumento de grasa, y por lo tanto de la presión, aparecen retracciones cutáneas en las zonas de inserción de las trabéculas que recuerdan las ocasionadas por la celulitis.

El aspecto abultado de la celulitis se debe a un almacenamiento anormal en el tejido conjuntivo cutáneo y subcutáneo. El problema, típicamente femenino, consiste en un almacenamiento de grasa en los adipocitos (células adiposas de la hipodermis) y de agua alrededor (dermis e hipodermis). A medida que crecen los adipocitos, las membranas poco elásticas que los envuelven (trabéculas) se deforman y tiran de sus puntos de fijación cutánea, lo que provoca la aparición de hundimientos entre los cuales se forman bultos (cúpulas). Llegado este punto, el principal problema es que el proceso se mantiene automáticamente debido a la obstrucción de la circulación sanguínea con estancamiento de las toxinas, empobrecimiento nutritivo, congestión del gel conjuntivo que pierde elasticidad y aparición de fibrosis. Este proceso, con resultados muy antiestéticos, convierte las zonas celulíticas en regiones inertes y abandonadas, que no reaccionan ante el ejercicio físico ni los regímenes de adelgazamiento más radicales.

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